Lanzarote una isla especial, o al menos eso a mí me lo parece.
Me encantan las islas Canarias, por su clima, por su gente, por sus volcanes, por su otro tempo, ese ritmo de isla donde el stress no tiene oportunidad alguna.
De todas sus islas la última que he tenido el gusto de visitar ha sido Lanzarote. No era la primera vez que estaba, pero a diferencia de las otras veces, no iba en verano.
Cuando vas a las Canarias en invierno el contraste con la península es más fuerte, pasas de unos pocos grados sobre cero a unos 23 o más. Eso ya te llena de energía.
A pesar de su pequeño tamaño, hay mucho contraste entre las diversas zonas de las islas, ya sea por el clima, como ocurre en Tenerife, donde norte y el sur no se parecen en nada; o por su orografía, por ejemplo en Lanzarote, donde la parte sur de la isla con sus lavas y casi sin vegetación contrasta con la parte norte que no se vio afectada por las últimas erupciones volcánicas.
Volcanes, a eso no estamos acostumbrados en la península. Impresionan, y no es que sean especialmente grandes, pero su significado, su conexión con la tierra, dispensadores de lava…
Las erupciones volcánicas en Lanzarote son las responsables de muchos de su grandes atractivos: Los hervideros, la laguna verde, el Timanfaya, la cueva de los verdes, etc.
Siempre había estado alojado en el norte de la isla, pero esta vez le tocó al sur, en concreto Playa Blanca, muy cerca de sitios como playa Papagayo, los Hervideros, la Laguna Verde.. y un sin fin de sitios para visitar.
Desde Playa Blanca se ve, no muy lejos, la isla de Fuerteventura, con una gran mancha blanca que son las dunas de la Playa de Corrralejo.
Lanzarote, para mi, no es un destino de playa, Fuerteventura o Gran Canaria ofrecen mejores playas si es eso lo que buscas, aún así hay dos playas completamente diferentes que me encantan, una está en el sur y es de arena negra, Playa Quemada, la otra es Famara, al noroeste, formada por dunas de arena blanca y frecuentada por windsurfistas.
Al sur de Playa Blanca y en lo alto se encuentra el pueblo de Femés, con unas vistas increíbles y un cabrito buenísimo.
Y hablando de comida, si algo no puede faltar en las islas son las papas con mojo acompañadas de un pescado de la zona, gallo, cherne, vieja, etc. ¡Qué bueno!, Un sitio donde comerlos, en el pueblo de El Golfo, al lado de la Laguna Verde. Este pequeño pueblo está lleno de restaurantes donde tomar un buen pescado a pie del mar (literalmente)
Continuando con la gastronomía, no se puede dejar de hablar de los excelentes vinos nacidos de cepas en tierra negra volcánica. Esto nos lleva a la Geria, una zona llena de vides, protegidas del viento por pequeños muros de piedra semicirculares. El contraste del verde de la vid con el negro de la tierra y el azul del cielo es espectacular. Es una pena que el día de las fotos estuviera nublado.
Cuando pasas por la Geria, no puedes dejar de parar en alguna de las bodegas que hay por la zona. El Grifo es la bodega más antigua de todas las islas, y contrasta su clasicismo con otras más modernas como Stratvs. ¡Vaya descubrimiento!, primero su vino blanco en una comida y luego la bodega. Es de esos sitios donde se nota el buen gusto, con una decoración exquisita. Se pueden encontrar sus vinos en la península, pero son caros.
En fin, Sol, volcanes, lava, papas, pescado, vinos y muy buena energía, hacen de esta isla un buen sitio para escaparse de vez en cuando.